La cuqui ya está cabeza abajo. Me da culazos a la altura de las costillas y puedo sentir sus pies sobre mi costado izquierdo. Es hermoso tener una idea de cómo está ubicada para poder adivinar sus movimientos. Las patadas fuertes que me sorprenden mientras trabajo, las manitos que me acarician más suavemente, los saltitos que da cuando tiene hipo.
La cuqui crece día a día y sus movimientos se hacen más notorios, y cada vez más hermosos. De repente mi panza se transforma en una gran gelatina que no para de moverse, y en ese momento aprovecho para apoyar rápido mis manos sobre ella y que sienta que mamá está ahí.
La cuqui tiene un corazón que late rapidito, y deja que su papá la escuche cuando apoya la oreja en mi panza. Tengo que admitir que un poco de envidia me da, pero bueno, a él le toca eso y a mi sentir sus movimientos todo el día. No me puedo quejar.
La cuqui está llegando a su semana 28 en esta aventura adentro de mi panza. Estamos en el último trimestre. Y yo siento que tengo ganas de que salga ya para verle la carita, acariciarla, besarla y ponerla en mi pecho, pero a la vez siento que una vez que este embarazo termine voy a extrañar sentirla acá conmigo todos los días, todo el tiempo.